EN EL METRO DE MADRID
Todo ha cambiado, ahora me es muy difícil poder encontrarte,
poder leerte la mirada.
Ahora cuando nos encontramos no me reconoces y yo te busco,
pero te pierdes entre letras.
¿Qué pasó de ese tiempo en el que podía leer tu gesto, tus
facciones y a través de ellos tu nerviosismo o quietud?
Ya no puedo jugar a como será tu voz, cual es tu oficio, si
estas comprometida, si estas cansada o si el tiempo de descanso de la noche no
ha sido suficientes y te vence el sueño.
Hoy no te veo la cara porque estás absorto en el aparato que
sujetas en tus manos y en el que tus dedos se mueven rápidamente, para hablar
con palabras enmudecidas.
Hoy ya no puedo adivinar lo que te produce leer esas líneas del
libro que tienes entre tus manos a través de tus gestos.
Y no te voy a mentir si te digo que de alguna manera me
genera tristeza ver como en una fila de asientos en el vagón de metro advierto
una fotografía en la que se alinean una misma fila de aparatos móviles que
impiden que nos fijemos unos en los otros.
Ya no puedo ver como alguien esboza una sonrisa ante la
ternura que produce el rostro de un bebe, porque ese bebe es invisible para el
resto, o como una pareja abrazados se dan un dulce beso porque están embebidos
en su aparato móvil y ni siquiera se ven.
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